Desde Udine Al Chaco
El país tenía tierras más alejadas de la barbarie y del misterio, en Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Lo inolvidable será que, el 2 de febrero de 1878, desembarcaron, en el sitio donde hoy se levanta un modesto monolito conmemorativo, sesenta y siete familias, con un total aproximado de doscientas cincuenta personas, quienes trajeron consigo los dones milenarios de la agricultura.Ana Foschiatti de Pegoraro, niña cuando el contingente de labriegos italianos se embarcó en Génova, a fines del año 1877 relataba: La travesía del océano fue la primera etapa; el pasaje estaba animado por el soplo de la dorada leyenda de América y pisó el suelo argentino con el espíritu suelto, como una bandera en la euforia característica de la raza.
Pero una vez en Buenos Aires se comprendió que había que proseguir el viaje, navegando un río espeso y opaco que parecía un cendal más que un camino, para encubrir la imagen del Chaco, entenebrecida por visajes de infinitud y ferocidad, y cuando aquellos mismos pasajeros llegaron a Corrientes, se mostraban reservados y graves ante el cariz que iba tomando su peregrinaje.
Faltaba, sin embargo, el tramo definitivo y tuvieron que asenderear en unas pequeñas chatas un laberinto de islas y recodos desiertos, bajo la bóveda ardiente del cielo de verano, hasta el puerto de San Fernando del Río Negro, descendiendo junto a las factorías de los antiguos obrajeros.
Juan Ramón Lestani y Carlos P. López Piacentini han escrito una breve monografía, en la que puntualizan que el grupo colonizador llegó a Corrientes a bordo del Guaraní.
Desde allí, se adelantó al paraje de San Fernando una comisión de cinco inmigrantes, acompañados por el comisario de inmigración, para inspeccionar el lugar donde iban a ser ubicados y disponer los primeros preparativos para el desembarco.
Finalmente, en la mañana del 2 de febrero, todos los inmigrantes fueron trasladados a la colonia Resistencia, en dos lanchones remolcados por un pequeño vaporcito.
Durante veinte días, más o menos, los colonos permanecieron estacionados en la playa de San Fernando; mientras les eran asignadas las parcelas de terreno que el Estado les defería por la ley Avellaneda.
Recuerda Foschiatti la larga vivienda de palo a pique donde estuvieron juntos todos los inmigrantes, algún tiempo, hasta que se fueron acomodando en sus correspondientes lotes. Y a esta fase, la más viva de su imaginación, se mezclan los rostros tatuados de los primeros indios que vio, en el Chaco, y el rugido nocturno de las fieras del bosque.
Paulatinamente, los habitantes de la primitiva barraca se esparcieron por la colonia. En abril de 1879 ingresaron otras cuarenta y ocho familias, también procedentes de la región de Udine, que sumaban alrededor de doscientas personas.
El trabajo fue rudo, incesante, agotador; el arado roturó incansablemente la tierra nunca removida, y surgieron mazorcas de maíz a pesar de la voracidad arrasadora de los loros, la insidia quemante de la sequía y la perplejidad del paisaje, que por primera vez era sometido a la acción transformadora del hombre, ese desmañado extranjero que empuñaba la mancera con obstinación, entre las matas del bosque, bajo el sol calcinante, al viento o bajo la llovizna, día tras día, año tras año ...
Recién a la hora cuando los hijos nacidos en las chacras fueron mozos, los adultos consideraron que había llegado la oportunidad de celebrar fiestas y sobrevinieron algunos feriados vecinales de ingenuo holgorio, en los que floreció la alegría inusitada de la tarantela, música gringa que se difundió en el aire con cierta familiaridad longeva, porque se tocaba con acordeón, como la polca de los obrajeros.
Pero entonces habían echado raíces Resistencia, Colonia Benítez, Margarita Belén, Vicentini y Colonia Popular.
Correlacionando las consecuencias de esta fase de la fundación con otras derivaciones que originó el sistema de distribución de las tierras públicas implantado en 1876, se destaca el hecho positivo que la ciudad de Resistencia expone con su desarrollo y la estructural correspondencia que mantiene con el territorio de la Jefatura Política diseñada por aquellos mismos días.
Si se consideraba la posición de Resistencia en relación con la frontera militar, aparecía como una avanzada harto desprendida, solitaria y azarosa de aquélla. Pero existía otra línea de desarrollo: la de los ríos Paraguay y Paraná, que había demostrado su potencialidad permitiendo la existencia señera de la ciudad de Corrientes en el NE argentino, desde el siglo XVI.
Apoyado en ésta fue que presintieron los fundadores el porvenir seguro de la colonia, fiándose en la majestad de los grandes ríos criollos que espejeaban en sus ondas hazañosas corrientes colonizadoras de la época hispánica.
Para valorar el papel que los primeros inmigrantes furlanos desempeñaron, hay que tener en cuenta la magnitud de la experiencia en los términos fabulosos del escenario donde tuvo lugar.
Es incuestionable que ninguno de aquellos labradores —ingenuos, sencillos y tenaces; toscos, imaginativos, valientes y cautelosos— pudo apercibir la perspectiva histórica que orientaba la consumación del prístino rito de la siembra en aquel recóndito paraje, ni discernir el precio con que hubiera querido ser pagado en cambio de su vuelta a la rutina de la gleba, a este lado del océano.
El insólito aspecto del paisaje bárbaro encendió un extraño anhelo en sus vidas oscuras y se aprestaron a resistir todas las penurias, por seguir en pos de aquel acucioso resplandor ...
Así los hemos visto, con el ceño esculpido por el esfuerzo, anudados para siempre al destino de la tierra chaqueña, indiferentes a las luces fatuas que antes los llamaban, con una ilusión encofrada en el interior de sus almas, viva o muerta, ni a ellos mismos les importaba saberlo, porque se habían aliviado de todo cálculo y discurrían por entre la obra de sus vidas francamente jugadas, libres, serenos y altivos.
Fuente: Diario Norte.
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